El mercado de
Santa Caterina se encuentra en el barrio de Ciutat Vella, y es parte de un
proyecto más amplio de recuperación urbanística del casco antiguo. Originalmente,
era un edificio neoclásico obra de Joan Torres, estructurado en torno a un gran
patio central cubierto con una ligera estructura metálica. El planteamiento de
los arquitectos fue el de “mezclarse y confundirse”. Así la intervención
conserva la fachada del antiguo mercado, para que pueda leerse el pasado del
lugar, y apuesta por la creación de una quinta fachada, la cubierta, que acaba
convirtiéndose en el elemento más representativo del proyecto.
Su diseño se
realizó en colaboración con el artista Toni Cumella, son 200.000 hexágonos de
cerámica de 15cm cada uno y con un total de 67 colores, que representan los colores
vivos de frutas y verduras, y que son una representación de lo que después se
encontrará dentro. Fue un intento de los arquitectos de recuperar la
utilización de un material tradicional de la construcción en Barcelona como es
el mosaico de cerámica.
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